Amenazas, intrigas y mentiras. armas de un hegemón decadente

 

En este momento, el mundo asiste, aprensivo, al alineamiento de poderosas fuerzas militares en Siria, mientras que las Fuerzas Armadas del país árabe y sus aliados se preparan para atacar la provincia de Idlib, el último bastión de los yihadistas que han ensangrentado el país desde 2011.

 

Al mismo tiempo, en Washington, las autoridades estadounidenses del nivel más alto, empezando por el presidente Donald Trump, se vuelcan a las redes sociales o a los micrófonos para disparar amenazas abiertas sobre un nuevo ataque contra Siria, mismas que han tenido buena acogida en Londres, París y Berlín.

 

El mismo Trump se ve agobiado por la actual salva de ataques proveniente de su propio gobierno, secundada por la publicación de un nuevo libro de denuncias. En Londres, la premier Theresa May se empeña en mantener en los principales encabezados el escándalo del ex espía ruso Serguéi Skripal, como parte de la campaña de acoso contra Rusia. Y hasta el mismo Papa Francisco pudiera haber sido atrapado en la vorágine, por los esfuerzos que ha hecho junto con las iglesias orientales, para detener la devastación en marcha en Medio Oriente.

 

Todos esos hechos son manifestaciones de un mismo proceso: El esfuerzo desesperado del núcleo duro del “establishment” angloamericano para conservar la hegemonía mundial que disfrutaron en el periodo posterior a la Guerra fría, para lo cual no le queda más que disparar amenazas, intrigas y mentiras descaradas con la esperanza de que puedan intimidar a sus oponentes seleccionados.

 

Los estrategas oligarcas saben que el resultado del conflicto de Siria será determinante para tal pretensión y, por ello, se muestran dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para que les sea favorable, aunque para eso sea necesario desencadenar un conflicto de proporciones mayores y de consecuencias imprevisibles, con una súper potencia de poderío equivalente, la Federación Rusa.

 

El plan para dominar

Por otra parte, a pesar del peligro para todo el mundo, esa estructura de poder mundial nunca actuó tan descaradamente, para perseguir sus objetivos.

 

Este plan fue explicado con rara candidez por el subsecretario de Estado para asuntos Europeos y Euroasiáticos, Wess Mitchell, en su declaración ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, el 21 de agosto.

 

“El punto de partida de la Estrategia de Seguridad Nacional es el reconocimiento de que Estados Unidos entraron a un periodo de competencia de grandes potencias, y que la política estadounidense pasada no atinó suficientemente al espectro de esa tendencia emergente, ni preparó a nuestra nación para enfrentarla.

 

“Al contrario de las supuestas esperanzas de gobiernos anteriores, Rusia y China son competidores serios que están construyendo los recursos materiales e ideológicos para retar la supremacía y al liderato de Estados Unidos en el siglo XXI. Evitar la dominación de la masa terrestre euroasiática por potencias hostiles (sic) sigue siendo uno de los principales intereses de seguridad nacional (sic) de Estados Unidos. El objetivo central de la política exterior del gobierno es preparar a nuestra nación para hacer frente a ese desafío con el refuerzo sistemático de los cimientos militares, económicos y políticos del poder estadounidense” (New Eastern Outlook, 11/09/2018).

 

EU se dispone a crear atolladeros

El día 30, uno de los voceros consentidos del “establishment”, el columnista del Washington Post David Ignatius, fue escogido para trasmitir la nueva posición estadounidense respecto a Siria. En lugar de dejar el país a finales de año, como Trump había afirmado antes, ahora, las fuerzas estadounidenses que ocupan el nordeste de Siria, no deberán salir “tan pronto”, en tanto no tenga lugar “la salida de todos los militares iraníes y de las fuerzas que los representan, y el establecimiento de un gobierno estable y no amenazador, aceptable para todos los sirios,” dijo un alto funcionario del gobierno, obviamente, no identificado Washington Post, 30/08/2018).

 

“En este momento, nuestro trabajo es ayudar a crear atolladeros (para Rusia y el gobierno sirio), hasta que no consigamos lo que queremos,” admitió el funcionario.

 

Hay en la actualidad cerca de 2 200 militares y un número no especificado de estadounidenses en Siria, en la zona del Este del río Éufrates ocupada por milicias curdas.

 

El mismo periódico publicó el 6 de septiembre un editorial provocador titulado “Los ‘tuits’ de Trump no impedirán un baño de sangre en Siria,” en el que se califica la posición del Presidente sobre el avance sobre Idlib de “lastimosamente débil” (Washington Post, 06/09/2018).

 

Es evidente que Donald ya había recibido el “recado” de los belicistas, pues, en la víspera, luego de una reunión en Washington con el emir de Kuwait, subió el tono y amplió el alcance de las amenazas a más allá del supuesto ataque químico de las fuerzas sirias en Idlib, pretexto utilizado anteriormente para ordenar ataques contra el país árabe. Ahora, dijo, “si hubiese una masacre, el mundo va a estar muy, muy enojado, y Estados Unidos van a estar muy, muy enojado (New York Times,” 05/09/2018).

 

Con las elecciones intermedias a menos de dos meses, Trump no se puede permitir el lujo de parecer “débil” en política exterior, a pesar del voluntarismo que lo llevó a enfrentar a los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su último viaje a Europa, en julio, en especial su reunión con el Presidente ruso, Vladimir Putin, en Helsinkin.

 

Trump fue secundado de inmediato por el nuevo enviado especial para Siria, James Jeffry, quien sentenció:

 

“Estados Unidos no tolerarán ahora “un ataque” -punto. Cualquier ofensiva, para nosotros, (en Idlib) es cuestionable por ser una escalada imprudente. Súmese a esto, si usan armas           químicas, o crean flujos de refugiados o atacan civiles inocentes… las consecuencias… serán     que cambiaremos nuestras posiciones (Washington Post, 06/09/2018).

 

Para demostrar la disposición estadounidense, el 7 de septiembre, 100 fusileros navales estadounidenses de la base de al-Tanf realizaron un ejercicio de fuego real, supuestamente para “intimidar” a las fuerza rusas que operan en Siria.

 

La aviación y las fuerzas especiales rusas actúan en este momento en estrecha coordinación con los militares sirios para la embestida para liberar Idlib, la cual reunirá a más de 100 mil soldados del Ejército Árabe de Siria (su nombre oficial). Para proteger la operación, Rusia envió también más de 15 navíos de guerra a la base naval de Tartus, la mayor concentración de naves en Siria desde el inicio del conflicto.

 

De forma paralela, en un claro “mensaje” a los pirómanos occidentales, los militares rusos están realizando las maniobras más grandes no realizadas en Rusia desde el periodo soviético, el ejercicio Vistok 2018, del 11 al 17 de septiembre, en el que participan casi 300 mil hombres, y del que participan, además, contingentes militares de China y de Mongolia (Russia Military Analysis, 10/09/2018).

 

Para completar el cuadro, es menester tener en cuenta el ataque directo al Papa Francisco lanzado por el Cardenal Carlo Maria Viganó, exigiendo la renuncia del Pontifice, acusado de mitigar la investigación de los casos de abusos sexuales cometidos por religiosos.

 

Dado que el problema no es nuevo y ha sido enfrentado por Francisco sin esconder la cara, no se puede descartar la posibilidad de que la ofensiva sea una típica operación de intrigas del poder anglo-americano, con la finalidad de contrarrestar la firme diplomacia del Vaticano en cuanto a la defensa de las minorías cristianas en el Medio Oriente coordinada con la Iglesia Ortodoxa Rusa y otras iglesias orientales, la cual es políticamente concretada en la región por la Rusia de Putin.

 

El cardenal Viganó guarda vínculos con grupos neoconservadores, establecidos durante su misión diplomática como nuncio en los Estados Unidos, entre 2011 y 2016. En todo caso, los archivos viejos y nuevos sobre los detestables escándalos morales de la Iglesia Católica, especialmente en los EUA, se han convertido en un arma conveniente utilizada para chantajear a la diplomacia vaticana.

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